sábado, 10 de marzo de 2012

Sin tiempo en Mompox



Mompox es donde me he enamorado de Colombia; aquí un día, una semana o una vida entera no hace la diferencia. Este pueblo, como ya dijo Bolivar, no existe, está suspendido en el tiempo, como un sueño colectivo, un imaginario arquitectónico. Sus habitantes no envejecen, los edificios coloniales no pierden su encanto y el río fluye plácido siempre el mismo y nunca igual. Caminas en un hoy que no importa, porque en Mompox sientes que la historia nos supera y nos olvida. 

Esta es la segunda ciudad fundada por la colonización española en Colombia y surge en una isla fluvial. Los españoles penetraron el país a través del río Magdalena, una vena abierta para decirlo a la manera de Galeano, que drenaba oro, plata y otros recursos naturales hacia el reino. Los colonizadores construyeron casas nobles y seis austeras iglesias que llenaron de cruces y mármol de Carrara; también levantaron mercados y aduanas en el muelle. Así es que Mompox conserva un alma aristocrática y  portuaria a la vez, puritana y mercantil, aislada como sólo una isla fluvial puede ser. 





Mompox me ha recibido con su alma tranquila, con la austeridad de sus iglesias, la soledad, el calor ahogante y el silencio sin viento. He pasado el día sentada en los diferentes bancos, preguntándome porque en lugar de ser un engranaje productivo y usar mi desbordante creatividad para ser de algún apoyo al PIB de algún país, me pasaba horas en la orilla de un río observando las hojas flotando en el agua. 





Pero después la gente de Mompox me ha abierto las puertas de su casa, me ha recibido en jardines frescos y escondidos, me ha brindado una silla mecedora para observar el atardecer, me ha invitado a una cerveza fría cuando en la noche la plaza principal se llena de familias y mesitas. 





Mompox te abraza, te hace parte de una familia isleña, tejida de un amor (sí, voy a usar esta palabra!) sorprendente e incondicional.  Así como para el río y las casas el tiempo no existe, también parece que las amistades excavan en el alma sin necesidad de tiempo. Con naturalidad los momposinos comparten sus casas, te brindan su cama para una siesta, te convidan un jugo o a un baile, regalándote un abrazo como si te amaran desde toda la vida. En Mompox me acordé de las palabras de un amigo de hace años: “En Colombia me han asaltado el día de mi llegada. Pero luego he descubierto que Colombia es puro Amor”.

La generosidad de Mompox tiene el cuerpo de More y Alfonso, de María Helena y Jorge, de Antonio y Andrés que me (nos) han adoptado con una apertura que no conocía. Ha sonado en los tambores de "Don Abundio y sus traviesos" que nos han regalado un intercambio musical. Se ha materializado en ocho funciones de teatro en menos de una semana, algunas con más de 700 chicos, cuya risa sonora nos ha hecho vibrar hasta el último capilar .

















Después de Mompox, veo a Colombia de manera nueva y a las personas colombianas como un pueblo amoroso de una forma que llega a ser espiritual. Me llevo además una marca en la pierna debido a una quemadura de moto el día en que llegué a Mompox. Este pueblo ha definitivamente marcado mi manera de caminar.




(Nico)


Nota de color
En Mompox se alquilan lavarropas por hora y te lo entregan a domicilio! Sí, te lo traen a tu casa en moto, caballo o bicicleta!!! Por supuesto no podíamos dejar pasar esta bizarra oportunidad y aprovechamos para lavar la banana entera.
Dejemos que las imágenes hablen por si solas.